¿Cómo llega el amor de pareja, una energía tan gozosa que puede elevarte a los cielos y sacar lo mejor de ti mismo, a convertirse en una prisión de posesión y dependencia que acaba anulando a las personas?

En los últimos tiempos he escuchado varias historias, demasiadas, sobre parejas que comienzan en la verbena del enamoramiento y terminan como el rosario de la aurora.

Escucho horrorizado a personas que han ido renunciando a su gustos más personales, a su imagen, a las compañías o experiencias que les llenaban, para no provocar el disgusto, o directamente el cabreo de sus parejas.

A veces de forma sutil e inadvertida, van cediendo tu espacio porque creen que son concesiones típicas de pareja, porque no tienen claro cuáles son sus necesidades, o porque no saben poner límites. O por una combinación de todas ellas. 

Y con el tiempo se ven atrapadas en un laberinto de concesiones irrevocables y juegos de poder en los que ya no queda rastro de ellas. 

Acaban siendo una versión desfigurada, reprimida, descolorida de sí mismas. 

Yo mismo lo he vivido, en pequeña intensidad pero de forma dolorosa

Siempre me pregunto ¿Cómo puedes querer a alguien y decirle, con palabras o actos…?

No quiero que luzcas en todo tu esplendor

No quiero que crezcas, que evoluciones, que desarrolles tus dones

No quiero que te apasiones por algo que no sea yo

No quiero que te sientes conectada con nadie que no sea yo.

En el mejor de los casos es un control de baja intensidad, pero a veces la trampa se hace visible de forma tan brusca y sorprendente que acaba con un parte de urgencias.

Hay mucho escrito sobre el tema. Todo nos habla de alguna o algunas de las siguientes causas:

Inseguridad: la persona con miedo al abandono hace lo que sea, incluso daño, con tal de mantenerte a su lado.

Baja autoestima: No se valora lo suficiente y recurre a rebajar el valor del otro, lo anula para sentirse superior.

Trastornos de personalidad: carne de psiquiatra, como los narcisistas, que suelen mostrar una faz muy distinta cuando la relación comienza y pasado un tiempo.

Necesidad de dominio: simplemente se siente fuerte manteniendo sumisa, bajo su control, a su pareja.

Patrones aprendidos: Reproducen el estilo de amar que aprendieron de sus padres y su entorno. 

Un ejemplo es la creencia de que para demostrar el amor tienes que mostrarte celoso y posesivo. La música ha cantado a los amores tóxicos hasta la extenuación.

Hay personas que caen de forma accidental en manos de un controlador, pero a veces se juntan el hambre con las ganas de comer. 

Por razones que van más allá de la razón, hay casos donde la falta de autoestima, el ejemplo de los padres, la inseguridad… pueden conducir a que una persona busque, de forma inconsciente, una relación en la que el maltrato psicológico confirme su baja autoestima, reproduzca la relación de los padres, o satisfaga la necesidad de ser dependiente.

Como no hay mal que por bien no venga, una relación así puede servirte para empezar a valorarte en lo que mereces. Te puede doler lo suficiente para jurarte que no volverás a caer con alguien que no te respete. 

La mayoría de casos que conozco se trata de mujeres poderosas, con carácter. Ellas lo han superado.

Ante me preguntaba: 

¿Cómo llegaron estas mujeres a emparejarse con hombres tan débiles que necesitaban apocarlas, a veces de forma pasivo-agresiva, y otras agresiva a secas?

Tiendo a pensar que ese viaje a los infiernos fue la oportunidad para hacer emerger su fortaleza y su determinación a convertirse en personas independientes. 

Que a partir de ahora no se conformarán con menos que un hombre seguro de sí mismo, centrado, feliz en su soledad y por tanto no necesitado de compañía a cualquier precio.

Alguien completo que no solo tolere, sino que aliente el crecimiento de su pareja, porque precisamente lo que más ama son su libertad y su esencia.

Esas rarezas que la hacen única: que sea una friki del emprendimiento, una bruja en prácticas, una fanática del baile… o de los trabajos manuales. 

Que adore sus gustos, por distintos que sean. 

Que se interese, aunque no lo entienda, de todo lo que la hace más libre o la hace crecer.

Que acepte, con buen talante, que quizá un día los caminos se separen, pero dispuesto a darle lo mejor mientras tanto.

En resumen, un amor consciente, de esos que da alas.

Porque quien ama, no amarra.

PD: Por suerte, la música también refleja este tipo de amor. Aquí os dejo dos buenos ejemplos. ¿Conoces alguna otra canción así?

  • Amor Consciente, de Ambkor
  • Quiéreme bien, de Macaco y Leiva